El CIMAT, una buena idea y modelo a seguir

Primera parte

El Dr. Ignacio Barradas recuerda que a mediados de los años ochenta “hacer matemáticas en México significaba hacer matemáticas en la Universidad Nacional Autónoma de México”, pero se dio cuenta que eso cambió apenas una década después: “recuerdo que en más de una ocasión, estando en congresos de matemáticas en el extranjero, me decían: usted es mexicano ¿es de la UNAM o del CIMAT? Entonces me di cuenta que, en muy poco tiempo, del otro lado del mundo ya tenían noticias de lo que se hacía en Guanajuato” en el ámbito de las matemáticas.

La anécdota evidencia la importancia y el nivel de reconocimiento que ya había alcanzado desde hace veinte años el CIMAT, una institución que en 2020 cumplirá cuatro décadas de su fundación.

Que el CIMAT haya adquirido notoriedad internacional con apenas tres lustros de existencia no fue una tarea fácil ni tampoco algo que pudiera ser previsible. El mismo Dr. Barradas recuerda también que, en sus inicios, el CIMAT era visto por algunos matemáticos mexicanos como una aventura que no tenía un futuro claro. “En 1985, cuando el equipo del CIMAT me invitó a integrarme con ellos, yo trabajaba en la UNAM. Recuerdo que mucha gente me dijo que me iba a arrepentir, que renunciar a la UNAM para hacer matemáticas fuera del Distrito Federal era una locura y un error. Actualmente muchos dicen: ‘obviamente, el CIMAT era una buena idea’, pero en aquella época no a todos les parecía algo tan claro”.

El CIMAT, acrónimo de Centro de Investigación en Matemáticas, fue fundado en 1980 en la ciudad de Guanajuato. En la actualidad es una de las instituciones de matemáticas más sólidas de Latinoamérica. Cuenta con más de cien investigadores, programas de posgrado y de investigación de calidad internacional y realiza trabajos de consultoría para la industria. Tiene más de 200 alumnos de posgrado de todo México y de otros países, principalmente de Centroamérica y Sudamérica.
El papel que el CIMAT desempeña entre las instituciones que cultivan las matemáticas en México es destacado. Para los investigadores más antiguos del Centro, algunos de ellos fundadores, el modelo que nació con el CIMAT era necesario para descentralizar del Distrito Federal y de la UNAM la ciencia hecha en México. Es un modelo que años después fue reproducido por otras instituciones, incluyendo a la misma Universidad Nacional.

Origen de las matemáticas modernas en México

En México, la investigación moderna en matemáticas inició con el establecimiento del Instituto de Matemáticas de la UNAM y de la Sociedad Matemática Mexicana, en los años 1942 y 1943, respectivamente. Influidos por Solomon Lefschetz, quien durante más de veinte años visitaba con frecuencia nuestro país, muchos investigadores mexicanos se esforzaron para obtener títulos de prestigiosas universidades estadounidenses.

Las primeras áreas de investigación que se abordaron fueron la topología algebraica y las ecuaciones diferenciales. En 1957, México organizó el Simposio Internacional sobre Topología Algebraica, cuyas memorias contienen artículos seminales de Thom, Serre, Milnor, Chern, Adem, Bott, Hurewitz, Hirzebruch, Cartan y muchos otros. A principios de la década de 1960, la Sociedad Matemática Mexicana había lanzado el Boletín que, bajo el liderazgo de José Adem, se consolidó como una importante revista matemática.

Hoy en día, México tiene varios centros de investigación en matemáticas bien establecidos. Uno de ellos es el CIMAT.



Entusiasmo y resistencia

A punto de terminar su doctorado en Francia, el Dr. Fausto Ongay recibió una carta del Dr. Arturo Ramírez en la que le ratificaba la invitación para formar parte del recién creado Centro de Investigación en Matemáticas. Ongay regresó a México en octubre de 1981 y el 1 de noviembre de ese año ya estaba trabajando en el CIMAT. Así es como él mismo recuerda la manera en que surgieron los planes para crear este Centro: “A finales de los setenta Arturo Ramírez tuvo una idea. En ese entonces él tenía un grupo de estudiantes en la Facultad de Ciencias de la UNAM y estaba preocupado por crear lugares de trabajo para ellos. Yo era parte tangencial de ese grupo y, por supuesto, estaba interesado”.

La Dra. Berta Gamboa, también integrante de ese grupo de estudiantes de la Licenciatura en Matemáticas, comenta: “éramos muchos becarios, más de diez, normalmente eran sólo uno o dos, y los absorbía la UNAM cuando terminaban su doctorado. Arturo Ramírez se dio cuenta de que pronto ya no habría suficientes plazas para que la UNAM absorbiera a todos. A varios de nosotros nos preguntó si estaríamos dispuestos a trabajar en un centro que no estuviera en el DF. Yo dije que sí”.

Al igual que Berta Gamboa y Fausto Ongay, otros jóvenes entusiastas se sumaron al proyecto de Arturo Ramírez. Como todo proceso de cambio, también encontró resistencias.

Un aspecto favorable fue que el proyecto coincidió con los programas de descentralización operativa iniciados por el gobierno mexicano a mediados de los años setenta. Dichos programas buscaban la descentralización de atribuciones y facultades, la desconcentración de recursos y entidades paraestatales y la descentralización de áreas operativas y de servicios. En particular, la descentralización de los servicios públicos de educación preveía la celebración de convenios, y en específico en materia de educación superior se enfatizó la necesidad de fomentar la colaboración entre instituciones de educación superior y el financiamiento de las universidades estales con recursos mixtos.

Precisamente, fue un proyecto de colaboración con una universidad estatal el que abrió la puerta para la conformación del CIMAT.


Guanajuato

La ciudad de Guanajuato se encuentra en el centro del país, a 400 km de la Ciudad de México. Desde 1988, es una de las diez ciudades mexicanas que son Patrimonio Cultural de la Humanidad. También es sede del Festival cultural más importante de América Latina.

En Guanajuato se encuentra la mina de la Valenciana, que a finales del siglo XVII proveía a la monarquía española de dos tercios de la plata que producía toda la Colonia. Desde 1760 la mina perteneció a Antonio de Obregón y Alcocer, quien ostentaba el título de Conde de Valenciana. Precisamente, la casa del Conde de Valenciana albergó al CIMAT durante su primer año de existencia.

En aquel 1980, la zona de Valenciana tenía un tipo de vida semirrural. Aunque la mina se ha mantenido trabajando, la minería ya no es una actividad predominante. Ubicada a diez minutos del centro de Guanajuato, de forma paulatina la zona comenzó a presentar cambios en la medida que el CIMAT fue creciendo.

Para Ignacio Barradas, “Valenciana era una comunidad extraordinariamente pequeña y cerrada, dominada por una dinámica de muchísimos años. Estaba integrada por unas cuantas familias que tenían su manera de interactuar. Cuando llegó el CIMAT, también llegó a vivir a la zona mucha gente de fuera. Este cambio sin duda hubiera ocurrido en algún momento, con o sin el CIMAT, pero el CIMAT lo aceleró”.

Con apenas cuatro investigadores, encabezados por Arturo Ramírez Flores como director, las primeras actividades del CIMAT fueron en colaboración con la Universidad de Guanajuato, una relación que fue determinante para el crecimiento de la institución. El personal académico del CIMAT comenzó impartiendo clases en las facultades de Ingeniería Civil y Química de la Universidad de Guanajuato, lo cual puso nuevos estándares de exigencia en el área de matemáticas para esas escuelas y que a la postre derivarían en un programa conjunto de Licenciatura, abierto en 1983, y la creación de la Facultad de Matemáticas de la UG.

En 1981, el CIMAT cambió su sede a otro edificio ubicado en la misma zona de Valenciana. En 1983 eran ya ocho investigadores, pero el crecimiento más importante de los primeros años llegó en 1986.

Tres áreas de investigación

A decir de Ignacio Barradas, el crecimiento realmente claro del CIMAT comenzó cuando se integró el grupo de estadística en 1986, pues fue de tal magnitud que ya no era fácil que el CIMAT colapsara. Para Fausto Ongay, la división en áreas y la integración de nuevos investigadores significó adquirir una buena masa crítica: “Llegaron personas con mucho prestigio: Xavier Gómez Mont, Víctor Pérez Abreu, Adolfo Sánchez Valenzuela, José Luis Marroquín… Cuando estas personas con trayectoria consolidada llegaron, favorecieron el que otros matemáticos también quisieran venir. Y es muy significativo que haya gente de todas las áreas, que haya una visión de conjunto”.

Desde su fundación, el horizonte del CIMAT era la integración de investigadores de matemática básica con grupos de trabajo que desarrollan aplicaciones matemáticas novedosas, específicamente de modelación matemática, computación científica y estadística.

Al respecto, Berta Gamboa expresa: “Una de las cosas que hace diferente al CIMAT con respecto a los otros institutos de matemáticas de México es que desde el principio se estableció que debía haber esas tres áreas. Hasta la fecha el CIMAT sigue siendo el único sitio en México que las agrupa”.

Fausto Ongay va más allá y señala que otra diferencia fundamental es que el CIMAT es realmente el único centro en México que se dedica exclusivamente a matemáticas y áreas afines y que ha buscado cultivar todas las variedades posibles de las matemáticas: “Una de las cosas que me queda clarísimo, y es de las cosas que más orgullo me da, es que la fórmula del CIMAT fue exitosa porque fue bien pensada. Si revisamos cómo están ahora los centros de investigación de la UNAM vemos que tiene muchísimos fuera del DF; nada más de matemáticas tiene tres. Creo que viendo el éxito del CIMAT, la UNAM se dio cuenta que la idea era buena, la ha copiado e impulsado, y eso me parece muy bien”.

 

Segunda parte

Luego de conformar una masa crítica sólida, en 1990 el CIMAT dio un paso más hacia su consolidación al inaugurar sus propias instalaciones, ubicadas en el callejón Jalisco, que en la actualidad sigue siendo su sede principal. Un año después, en 1991, el CIMAT adquirió el edificio que ocupó anteriormente en la plaza de Valenciana para convertirlo en una casa de visitantes que fue nombrada “Cimatel”.

Según lo recuerda la Dra. Berta Gamboa, “fue una adquisición que se obtuvo con la gestión de Xavier Gómez-Mont. Tener el Cimatel facilitó que se pudieran hacer aquí eventos internacionales a un costo menor, algunos muy importantes, como el de la Sociedad Bernoulli”.

En ello coincide el Dr. Ignacio Barradas, para quien la adquisición del Cimatel fue un parteaguas muy importante en aquellos años. Así lo relata: “Yo recuerdo haber organizado en 1992 un evento internacional que no hubiéramos podido realizar sin el Cimatel. Fue el segundo evento en su tipo en Latinoamérica, e inmediatamente después de eso se nos posicionó como una sede a tomar en cuenta para estas actividades. Comenzamos a ser una opción para quienes no querían realizar congresos en el DF. Además, cuando empezamos a tener invitados extranjeros, colegas y estudiantes de otros estados también querían venir aquí para iniciar alguna colaboración con esos invitados. Entonces la combinación de esta infraestructura y de la masa crítica que se había formado comenzó a ser muy atractiva para investigadores y estudiantes”.

Al mismo tiempo, el Centro comenzó a impulsar las que, junto con la investigación, se convertirían en las otras dos actividades sustantivas del CIMAT: la formación de recursos humanos de excelencia académica y la vinculación con los sectores sociales.

Formación de excelencia

Antes de abrir los primeros posgrados en 1988, el CIMAT comenzó a ofrecer un programa de licenciatura en Matemáticas en colaboración con la Universidad de Guanajuato (UG), esto en 1983. Para el Dr. Fausto Ongay, la relación con la UG ha sido más rica que conflictiva: “Inicialmente –explica- la licenciatura en matemáticas la habíamos previsto como algo independiente de ellos, y de hecho nosotros diseñamos los planes de estudio y no había participación de la UG. Pero finalmente el Conacyt decidió que se entrara en negociación con la Universidad”.

Esta imposición al principio no fue tan agradable para los integrantes del CIMAT, sin embargo se inició una relación institucional importante. “Me parece que al final fue una experiencia interesante –continúa el Dr. Fausto- porque conocimos su dinámica, aprendimos de su organización, y además los estudiantes tuvieron un universo más amplio. Si únicamente hubieran sido estudiantes del CIMAT, se hubieran perdido de las cosas que la UG les podía ofrecer, como los intercambios académicos, por ejemplo, cosas que nosotros no les hubiéramos podido dar. Como resultado, y afortunadamente, tenemos muy buenos estudiantes y yo creo que es una de las mejores carreras que ofrece la UG y de las mejores licenciaturas en matemáticas que hay en el país”.

La integración de la investigación del centro en tres áreas influyó en el diseño de ese programa de licenciatura, como lo explica la Dra. Gamboa: “La diferencia que tenía con otras licenciaturas del país es que obligatoriamente tenía que llevar materias de las tres áreas: de matemáticas básicas, por supuesto, pero también de estadística y de computación, además de materias optativas de otros programas en las que las matemáticas tuvieran aplicación directa, como economía o ingeniería”.

Las maestrías en Educación Matemática y en Estadística, abiertas en 1988, fueron los primeros programas de posgrado del Centro. Dos años después se abrió la maestría en Control de Calidad. En 1993 comenzó a gestarse la estructura de los programas orientados a la investigación, aún vigente, con el nacimiento de las maestrías en Matemáticas Básicas y en Matemáticas Aplicadas, además del doctorado con las orientaciones en Computación, Matemáticas Básicas, Matemáticas Aplicadas y Probabilidad y Estadística.

La excelencia alcanzada en este rubro puede constatarse en el hecho de que actualmente todos los programas orientados a la investigación que ofrece el CIMAT se mantienen en el nivel de “competencia internacional”, el más alto otorgado por el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad.

El dilema de vincularse

Ya en 1986 habían surgido los primeros proyectos de computación y control digital con la industria zapatera de León, pero las gerencias de servicios tecnológicos tuvieron un nacimiento lento.

“Tuvo que cambiar la mentalidad”, explica el Dr. Ignacio Barradas: “La matemática en este país nació como la más abstracta: mientras más inútil, mejor, porque era intelectualmente más pura y desafiante, más ideal. En el CIMAT, por ejemplo, al principio ganar dinero era algo equivocado. Los primeros proyectos que empezaron a traer dinero prácticamente fueron iniciativas individuales, y fueron vistos por algunos con mala cara y con recelo, porque eran el símbolo de que se estaba pervirtiendo la matemática. Había cierto temor de que nos convirtiéramos en un centro de servicios y que la matemática se perdiera. Pasados los años, cuando se vio que se mantenía la investigación, la mentalidad empezó a cambiar. Empezamos a reconocer que somos una comunidad más diversa de lo que fuimos en un inicio, se empezó a reconocer que había otras cosas y que algunas de ellas traían dinero”.

Fue en 2002 cuando comenzó a incrementarse la actividad de vinculación. Parte de ese impulso surgió de la fundación de la unidad Aguascalientes (1996), la conformación del Laboratorio de Estadística (1997), las primeras actividades de ingeniería de software (1999) y la creación de la Dirección de Servicios Tecnológicos (2000), así como las gerencias de Desarrollo de Software y de Ingeniería de Calidad (2001). En contraparte, la demanda de servicios abrió la puerta a la fundación de dos nuevas unidades, una en Monterrey (2005) y otra en Zacatecas (2007).

Divulgar la ciencia

A la par de los servicios tecnológicos, el CIMAT encontró en la divulgación de las matemáticas otra forma de vincularse con la sociedad. Para el Dr. Ignacio Barradas, en un comienzo la divulgación no era una actividad que tuviera la relevancia que se le otorga ahora. “El verdadero acercamiento fue con la olimpiada de matemáticas, en 1986. En esos años la olimpiada era un concurso para jóvenes que ya habían iniciado en las matemáticas y no había que convencerlos de nada. Cuando organizamos el primer concurso de matemáticas para la olimpiada, recuerdo con toda seguridad que estaban Helga Fetter y Fausto (Ongay). Organizamos la olimpiada también en otros estados: en Querétaro, y parcialmente en San Luis Potosí, Aguascalientes y Michoacán. Fui mi primer acercamiento con las matemáticas más allá de la investigación”.

El nacimiento en forma de la Coordinación de Divulgación y del grupo Matemorfosis es muy reciente, apenas ocurrió 2011, aunque las primeras actividades surgieron a mediados de los años ochenta, de manera aislada y ocasional. La Dra. Berta Gamboa, actual coordinadora de estas actividades, lo explica: “Las primeras actividades tienen que ver con un programa que se llamaba ‘Los domingos en la ciencia’ para el cual nos invitaban a dar conferencias en el Teatro Principal. Cuando abrió Explora (Centro de Ciencias Explora, desde 1994, en la ciudad de León) también nos pidieron una serie de conferencias, y también de la Academia Mexicana de Ciencias. Durante mucho tiempo fue así, actividades esporádicas, aunque había investigadores que tenían más interés, como Nacho (Barradas) que tenía muchas actividades, porque lo contactaban directamente y él iba a todos lados. Otros, como Gil Bor y Johan (Van Hobereek), comenzaron a hacer talleres de ciencias para estudiantes de bachillerato (desde 1997) y de secundaria”.

Actualmente la demanda de actividades de divulgación sobrepasa la capacidad del Centro. “Ha sido tal el éxito –dice Barradas- que también el proyecto de Matemorfosis se quiere copiar. El año pasado nos invitaron a California (EU, en 2014) para copiar nuestro proyecto. Hemos ido a Oaxaca, donde hay un proyecto a nivel estatal para copiar este modelo. Los talleres de ciencias para jóvenes han sido copiados también en otros estados. Y qué bueno, es el mejor halago”.

Legado y renovación

A casi cuatro décadas de su fundación, el CIMAT ha dejado una huella regional y nacional muy importante. Ha incrementado su presencia en todo el país con la apertura de otra unidad en la ciudad de Mérida y la apertura de nuevos programas de posgrado y especialidades que se imparten en las otras tres unidades (Aguascalientes, Monterrey y Zacatecas). En esas cuatro ciudades no solo ha abierto una oferta educativa muy demandada, sino que contribuye a la solución de problemas regionales de la industria y de la sociedad en su conjunto. La importancia del CIMAT es incuestionable.

“El CIMAT ha sido importantísimo, pero pudo haber sido un fracaso; garantía de permanencia nunca tuvo –recuerda el Dr. Barradas-. En sus comienzos estuvo a punto de cerrar en más de una ocasión. Tan es así que la población de investigadores del CIMAT en los primeros años subía y bajaba frecuentemente: la nómina no llegaba, no había dinero… El CIEM, el Centro de Investigación en Economía Matemática, que se abrió poco después del CIMAT, desapareció; se abrió con el apoyo federal y con el desapoyo federal murió. Así también cualquier día (de aquellos años) pudo haber desaparecido el CIMAT”.

Para el Dr. Fausto Ongay Larios, el CIMAT no puede permitirse bajar la guardia. “Debemos perfeccionar el nivel de la calidad de investigación. Eso es normal, porque el CIMAT todavía es una institución joven, está en una curva ascendente y todavía podemos mejorar y seguir atrayendo a gente del más alto nivel. También creo que hacia donde debe crecer el CIMAT es hacia la descentralización, o sea, fortalecer sus unidades foráneas para igualar lo conseguido en Guanajuato. Como miembro fundador que soy del CIMAT, siento mucho orgullo de lo logrado, porque me parece que el CIMAT ha demostrado a lo largo de todos estos años que era algo realmente muy necesario en México. Definitivamente al país le hace falta tener instituciones como el CIMAT, y creo que todos los que formamos parte del CIMAT podemos sentirnos orgullosos de lo que estamos haciendo. Lo que sigue es ver hacia el futuro renovándonos”.